EMOCIONALIDAD
Y FORMACIÓN DEL NIÑO DESDE UNA VISIÓN TRANSFORMADORA EN EL CONTEXTO EDUCATIVO
Autor: MSc. KAREN GARCÍA
Karelyngh@hotmail.com
Vivimos
en una era de innovación tecnológica, importantes avances científicos, época
donde el ser humano tiene más acceso a información, tecnología, propuestas
educativas y Políticas de Estado, establecidas en beneficio de mejorar su calidad de vida. Pero a pesar de ello,
“nuestra sociedad parece deshacerse a una velocidad cada vez mayor, debido a la
pérdida de valores, autodominio, voluntad, carácter, seguido de la emoción quien es la semilla de todo impulso, que estalla
por expresarse en acción” tal como lo expresa (Goleman 1997).
Son éstas acciones manifiestas en; egoísmo,
violencia, ruindad espiritual, las que parecen corromper la calidad de nuestra
vida comunitaria. Lo que lleva a crearnos la incertidumbre sobre lo que será
nuestro mundo en el futuro. Sin embargo
nosotros somos las cimientes de ese devenir, tal como lo expresa Morín (1998).
“Si queremos que la tierra pueda satisfacer
las necesidades de los seres humanos que la habitan entonces la sociedad humana
deberá transformarse. Así el mundo del mañana deberá ser fundamentalmente
diferente del que conocemos hoy en el crepúsculo del siglo XX y del milenio”.
Por otro lado alega que “La educación juega un papel preponderante en la evolución
hacia los cambios de estilo de vida y comportamientos es la “Fuerza del Futuro”.
Este planteamiento conduce a fijar la
atención en valorar el fruto del futuro que es la formación del niño hoy,
poseedor de curiosidad como característica principal influyente en el proceso
de desarrollo de su aprendizaje, que lo impulsa a una constante búsqueda,
y es a partir del encuentro que comienza
a realizar sus primeras aproximaciones
explicativas y a aprehender de la realidad que encuentra.
Algunos especialistas alegan que la
actuación del niño está estrechamente ligada a su cognición; la facultad que
posee de procesar la información a
partir de la percepción, la experiencia y sus características subjetivas que
permiten valorar la información. Para Neisser (1976),
cualquier cosa que conozcamos acerca de la realidad, tiene que ser mediada, no
sólo por los órganos de los sentidos, sino por un complejo de sistemas que
interpretan y reinterpretan la información sensorial.
Desde esta última afirmación
se debe considerar que experimentar una emoción involucra un conjunto de
cogniciones, actitudes y creencias sobre el mundo, que se utiliza para valorar
una situación concreta y, por tanto influye en el modo en que se percibe la
situación y posteriormente en el modo en que se actúa. Cada ser humano
experimenta emociones de forma particular, dependiendo de sus experiencias
anteriores, formación, aprendizaje, carácter y de la situación que se
presenta.
Dentro de este planteamiento la formación
pasa a ser determinante porque de acuerdo a cómo se va formando el niño, de sus
vivencias, de lo que va aprehendiendo del entorno; familiar, social y escolar
el repetirá y lo llevará al acto porque es lo ha visto; es lo que conoce; es la
formación que ha recibido. Un ejemplo visible es cuando un niño observa a
alguno de sus padres o ambos, a sus pares o personas cercanas a él, justificar en sus emociones las acciones
negativas que ejecutan, como molestarse y posteriormente lanzar objetos al
suelo, decir improperios, golpearse entre ellos o a él mismo, abandonar
metas planteadas anteriormente.
En este orden el concepto de formación está estrechamente
emparentado al concepto de cultura y manifiesta el carácter propiamente humano,
de dar forma a las prácticas naturales
del hombre. Zambrano Leal (2009) sostiene que “La formación, tiene que ver con
la experiencia, el tiempo y el devenir del sujeto, habla de la forma, de la
transformación, del devenir siendo. Es
un concepto cultural que pone a la experiencia en el centro de la historia de
un sujeto. Ella narra lo vivido sin
llegar a ser totalidad ni absoluto. Es
un concepto siempre en movimiento, abierto, sin límites. Es un concepto político, estético y ético a
la vez. Está atravesado de vivencias,
viajes, dolores, sabores, encuentros y sobre todo, nos da cuenta del viaje
emprendido por una persona” (p.46).
Aún cuando algunos autores afirman que no
se puede formar a otra persona, pienso que se puede mostrar el camino hacia el
viaje, el descubrimiento de sí mismo.
En este caso interesaría aclarar si se puede incluir dentro de la formación disciplinas que les permita a los niños
desarrollar capacidades como aprender a razonar, reconocer sus propios
sentimientos, los ajenos, refrenar los impulsos y gestionar operativamente sus
emociones para con ello lograr una actuación eficaz u operativa.
Al
respecto, en
el clima cultural actual, el espacio escolar se ha convertido en un campo de
batalla, mientras los educadores se encuentran
ante la tarea de mejorar los resultados
de las competencias curriculares, buscar y emplear las mejores técnicas y
estrategias para que sus estudiantes
logren las competencias, éstos mismos niños llegan a su clase
diariamente con altos niveles de estrés expresados en impulsos y explosiones
emocionales visibles en manifestaciones de conductas no operativas que van
desde expresiones de ira, frustración, indiferencia, rabia, miedo, timidez,
temor de pasar a la pizarra o de expresarse verbalmente, inseguridad para
ejecutar las actividades en el aula, dificultad para relacionarse con sus
pares, autoestima inadecuada, hasta en
acciones en contra del Docente como: desobediencia, actitudes rebeldes, en contra de compañeros: amenazas
físicas y verbales, en contra del ambiente escolar; resistencia a cumplir
reglas, destrucción del ambiente.
Ello pareciera indicar que
trabajar sólo en el desarrollo de un coeficiente intelectual y de alcanzar
competencias no es suficiente para lograr el bienestar de los alumnos, porque estas
conductas se han convertido en un problema para el proceso de enseñanza-aprendizaje,
representan un obstáculo y un riesgo para el devenir, en vista de que se están
presentando con frecuencia no sólo dentro de las Instituciones Educativas, sino
también en la vida cotidiana de los estudiantes.
Al respecto cada vez los noticieros
hablan con más frecuencia sobre estudiantes de distintas partes del mundo que
se agraden y causan daños a ellos mismos, a sus compañeros, a sus maestros o
profesores y otros, siendo a veces mortal la consecuencia. Así mismo crecen las
manifestaciones de preocupación por parte de los Docentes ante tal situación,
algunos expresan; “Los niños de hoy son muy agresivos”; “ no sé qué hacer con
esta situación se escapa de mis manos” ; “Es un problema de hogar”; “Creo que la escuela no puede hacer nada al
respecto”; “Ya le he aplicado todas las
estrategias que aprendí durante mis estudios”, “Que en la dirección vea que
medidas toman”.
En este
sentido la mayoría de los Docentes defienden la postura de que hace falta tomar
medidas para solventar el problema, pero que no es un trabajo sólo del Docente
o de la Escuela, aluden que debe ser una labor en conjunto con el hogar, con
las políticas educativas, la escuela y por qué no con especialistas en el área
un equipo multidisciplinario, porque el comportamiento de los alumnos está
haciendo imposible la convivencia escolar y obstaculiza el cumplimiento de su
labor. Ante este panorama se presentan las siguientes interrogantes: ¿Qué impulsa
a los alumnos a realizar esos actos?, ¿La Emocionalidad de los niños tendrá que
ver con la manifestación de conductas no operativas?, ¿Cómo se concibe la formación del niño en el
Clima Cultural Actual?, ¿Se aplica la Transversalidad de la Emocionalidad en la Práctica Pedagógica
Actual?, ¿Cuál es la importancia de las Emociones en la Formación del niño?
Es evidente la influencia de las
emociones en la actuación de los
escolares para: realizar una actividad, alcanzar las competencias planteadas,
practicar los valores, establecer comunicación asertiva con sus pares o las
demás personas que lo rodean, resolver problemas, preservar el ambiente, acatar
las normas establecidas dentro del recito escolar y hasta las establecidas por
sus padres. Es notorio al experimentar las emociones que no saben dirigirlas al
escoger alternativas guiadas por el impulso para conducirse que generan los
conflictos anteriormente planteados.
La emocionalidad
tiene que ver la parte emocional, es
decir con las emociones del ser humano, son fenómenos psicofisiológicos que representan modos de adaptación a ciertos estímulos
ambientales o de uno mismo. Psicológicamente, las emociones alteran la atención, hacen subir de rango ciertas conductas guía de respuestas del individuo y activan redes
asociativas relevantes en la memoria. Fisiológicamente, las emociones organizan rápidamente las respuestas de
distintos sistemas biológicos, incluidas las expresiones faciales, los músculos, la voz, la actividad del sistema nervioso autónomo y la del sistema
endocrino, a fin de establecer un
medio interno óptimo para el comportamiento más efectivo. Y conductualmente, las emociones sirven para establecer nuestra posición
con respecto a nuestro entorno, y nos impulsan hacia ciertas personas, objetos,
acciones, ideas y nos alejan de otros.
Las emociones actúan también como depósito de influencias innatas y
aprendidas, y poseen ciertas características invariables y otras que muestran
cierta variación entre individuos, grupos y culturas (Levenson, 1994).[]
Apoyándome en esta afirmación
y en la situación actual de la escuela donde; el descontrol emocional, es manifiesto, se
aprecia un déficit importante en “habilidades sociales”, los alumnos vienen
menos dispuestos a aprender, el soporte de la familia ha perdido peso en el proceso
educativo, lo que se les enseña y sus intereses personales tienden a distanciarse,
la escuela a veces no sabe conectar con los principales problemas evolutivos y
sociales de los niños/as, el trabajo educativo ha perdido encanto y prestigio
social y una parte importante de los profesionales se sienten indefensos en el medio
laboral.
Me parece
pertinente asegurar que existe la necesidad latente de valorar el peso que
tiene la emocionalidad del niño en su formación y darle la importancia que
merece, incluyendo disciplinas que permitan al niño desarrollar capacidades
para reconocer sus sentimientos así como los sentimientos de los demás y
adquirir o desarrollar habilidades para autorregular las emociones.
Muchos son los personajes; Filósofos, Educadores, Médicos, Psicólogos
que a través de la historia han desarrollado diversas teorías tratando de
explicar el origen, naturaleza, transmisión, funcionamiento e importancia de
las emociones, entre ellos; Platón, Aristóteles, René Descartes, Baruch Spinoza, David Hume, Thorndike,
Garnerd, entonces, ¿Por qué, no darle la atención que merece, educando
emocionalmente al individuo desde nuestras escuelas?.
REFERENCIAS:
Goleman, Daniel, (1995).
Inteligencia Emocional. México
Morín, Edgar (1998) Los Siete saberes necesarios a
la Educación del futuro.
Shapiro, Lawrence (1997) La
Inteligencia Emocional de los niños. Uruguay.
Extremera, N. y Fernández-Berrocal, P. (2004). El papel de la
inteligencia emocional en el alumnado: evidencias empíricas. Revista
Electrónica de Investigación Educativa, 6 (2). Consultado el día 22 de Agosto
de 2011 en: http://redie.uabc.mx/vol6no2/contenido-extremera.html.
Cicuendez, A (2010). Educación y Emociones. Cuadernos de Educación
y Desarrollo Revista Académica
Semestral, 2 (15).Consultado el día 26 de Agosto de 2011 en: Eumed.net,
Universidad de Málaga. http://www.eumed.net/rev/ced/index.htm
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