lunes, 19 de marzo de 2012

Evaluación: Reflexión desde la complejidad




Evaluación: Reflexión desde la complejidad

Jorge Luis Guzmán Cao
Instituto Pedagógico “Alberto Escobar Lara” Maracay
Universidad Pedagógica Experimental Libertador

Resumen

En el contexto educativo actual,  pensar en evaluación y complejidad invoca la responsabilidad que debe tener el evaluador de acuerdo a principios desarrollados con profesionalismo y juicios de calidad. Desde este contexto mi reflexión se centra en el tejido común que debe regir la contextualización de valorar más que evaluar el acto de alguien que enseña y otro que aprende como un lazo reciproco desde la complejidad.
Palabras clave: Evaluación, aprendizaje, docente, complejidad.
            En la antigüedad los griegos y los romanos elaboraron métodos para evaluar, diferenciar y seleccionar a sus estudiantes. En la edad media se introduce el examen oral. En el siglo  XVIII al aumentar la demanda por los estudios se introducen los exámenes escritos como forma de medición. En la siguiente época,  influenciada por el Positivismo y la sociedad industrial se evaluara a través de exámenes psicométricos cuyo efecto es medir si el estudiante logra los objetivos en forma científica. Ya en los años sesenta se establecen los mecanismos de acreditación en el sistema convirtiendo la evaluación en una fuerte carga de rendición de cuentas que deben realizar  los dicentes.
En la siguiente década se consolidan toda clase de modelos educativos, acercándose a mejorar la calidad de la evaluación donde se descartan los tecnicismos de la época anterior y en donde la evaluación es un constructo de: técnica, análisis y comandado por un Juez. Se invoca a la responsabilidad que debe tener el evaluador basado en principios profesionales y juicios de calidad. Se pregunta ¿Qué es la evaluación? y se plantea un modelo evaluativo el cual está basado en la atención del estudiante, no en las metas. Estos  principios rectores no bastan para dar una respuesta a una práctica donde el estudiante es medido según unos resultados estandarizados y donde la evaluación es realizada como un acto represivo, que ejerce sobre el estudiante altas dosis de ansiedad y nerviosismo.
            Desde este contexto la reflexión debe centrarse en el tejido común, que debe regir,  la contextualización de dar valor más que evaluar el acto de alguien que enseña y otro que aprende como una interacción reciproca desde la Complejidad. ¿Cómo medir el aprendizaje? ¿Cuales deben ser los aprendizajes mínimos que debe tener un egresado Universitario para tener un desempeño aceptable en la sociedad actual? ¿Quiénes deben temer ese privilegio? ¿Es mesurable, valorable? ¿Cuáles deben ser las fuerzas directrices en las cuales la mayoría de los estudiantes logre aprendizajes? ¿Quiénes tienen la responsabilidad?
Cuando se trata de plantear un paradigma que ayude al proceso de enseñanza aprendizaje, todos somos protagonistas, midiendo paso a paso de cómo es el aprendizaje del que aprende. Los ámbitos involucrados: político, económico, sociológico, afectivo, mas las distintas disciplinas de enseñanza deben colaborar a fin de generar una metodología autónoma que permita al que aprende descubrir nuevas formas de aprender. De eso se trata.
Como medir el valor de aprender. Llama la atención que la educación que aspira a transmitir conocimiento,  permanezca ciega ante el conocimiento mismo, sus dispositivos, dificultades, imperfecciones y tendencias y no se preocupe en dar a conocer lo que el conocimiento es. Sin duda ante esta  perspectiva surgen las primeras interrogantes. ¿Qué se enseña?, ¿Qué se mide? Cuando no hay conexión entre los diferentes tópicos del conocimiento con la vida real, se consigue como efecto errores en la práctica que mide ese conocimiento y no la integración del saber, medir con pruebas  no siempre confiables y validas, esos mismos tópicos enseñados sin sentido y que deben aprender las futuras generaciones.  
Entonces ¿por qué evaluamos? ¿Para determinar  si se han logrado los objetivos? ¿Para determinar cuan efectivo ha sido el proceso de enseñanza y la metodología empleada? ¿Para conocer cuales estrategias de enseñanza ha sido exitosas? ¿Que estrategias de enseñanza aprendizaje necesitan ser modificadas o mejoradas? ¿Para saber si se han logrado los objetivos del aprendizaje? ¿Para determinar que conocimiento y habilidades que han adquirido los estudiantes? ¿Para determinar si los estudiantes han utilizado bien sus conocimientos y habilidades? ¿Para diagnosticar el  nivel de comprensión que tienen los estudiantes de un tema determinado y el nivel de  desarrollo de habilidades que han alcanzado antes de darles  más instrucción?¿Es la función principal de la evaluación la de mejorar la instrucción y el aprendizaje además de valorar el  dominio de los contenidos? ¿Debemos los docentes estar permanentemente recopilando, analizando, interpretando datos que nos permitan conocer la medida en la que nuestros estudiantes estén logrando los objetivos de la instrucción?.
Se hace necesario diseñar una nueva evaluación global  basada en la complejidad para dar una posible respuesta a estas interrogantes planteadas. ¿Como debería ser esta evaluación? Estos interrogantes nos conducen a una reflexión sobre estos aspectos que pasamos a plantear a continuación.
Habría que diseñar los proyectos colectivos y desafiantes en donde los estudiantes den respuesta a la era actual y futura que les toque vivir. Las disciplinas en forma mancomunada guiarán esa búsqueda, reflexión y constantes desafíos para la era planetaria que vivirán. Articulando relaciones, organizando conocimientos, y con ello conocer y reconocer los problemas del mundo. Desde ahí, más que programar habría que reformar el pensamiento dentro de la red curricular que se diseña.
El conocimiento de las informaciones o datos aislados es insuficiente. Hay que situar la información y datos en su contexto para que adquieran sentido. Para tener sentido la evaluación, habría que observar los desempeños individuales y colectivos en pos de la elaboración de respuestas aplicadas a través de las reflexiones, metodologías y conocimientos utilizados como un todo, y no las partes fragmentadas, aisladas, vacías de sentido. Como plantea Claude Bastien citado por Morín: la evolución cognitiva no se dirige hacia la elaboración de conocimientos cada vez más abstractos, sino al contrario, hacia su contextualización. Desde esta mirada adquiere sentido que la evaluación estratégica esté determinada por las condiciones de su inserción y los límites de su validez.
Lo global en la evaluación es más que el contexto: es el conjunto que contiene partes diversas ligadas de manera interretroactiva u organizacional. Habría que recomponer el todo organizado y a la vez desorganizador del que forma parte un estudiante, y su docente. Habría que conocer el todo en la evaluación para desde ahí dirigirnos a las partes de lo verdaderamente estratégico. El desafío al reflexionar sobre la globalidad es mirar la realidad del que aprende en su total humanidad al modo de un holograma. Reflexionar la evaluación en tres dimensiones, apareciendo en sus límites, hacia afuera, a dentro de sus marcos, variando la perspectiva según sea la posición de los espectadores, convirtiéndose en una irresistible participación continua, global, integradora para cada actor del proceso que significa aprender.
El gran desafío es evaluar el conocimiento pertinente, dimensional, múltiple e insertar los datos en esta variable. Valorando las decisiones en un ámbito de enseñanza en los que aprenden y enseñan. Las fragmentaciones solo nos otorgan datos que difícilmente serán recordados, y peor aún, sin ningún sentido.
En el currículo deberían estar integradas las partes y el todo, el contexto y los fragmentos interrelacionados entre conocimiento y su tejido común, yendo desde este concepto global al todo que es verificar desde la validez y confiabilidad sus pasos o proceso. En consecuencia, la educación debe promover una –inteligencia general– capaz de referirse, de manera multidimensional, a lo complejo, al contexto dentro de una concepción global.
Cuanto más poderosa sea la inteligencia general, mayor será su facultad para abordar problemas específicos. En las metodologías del currículum esto es lo que debemos enseñar a los estudiantes, educar a ver el todo global, complejo en su contexto, para desde ahí llegar a lo reducido. Comprender datos específicos requiere activar la inteligencia general que actúa y organiza la movilización de conocimientos de conjunto en cada caso particular. La educación debe desarrollar la inteligencia de los aprendices bajo este paradigma, enseñando a resolver los problemas esenciales activando la inteligencia en general.
Los compartimentos estancos de las disciplinas han debilitado el pensamiento global y complejo. Cada una ahonda en sus especialidades, perdiendo la responsabilidad global y compleja. El mismo efecto se correlaciona en la evaluación, ¿qué se mide? Los fragmentos de realidades especializadas: ¿Para qué?
La cultura general incita a la búsqueda de la contextualización de cualquier información o de cualquier idea, la cultura científica y técnica disciplinaria parcela, separa y compartimenta los saberes, haciendo cada vez más difícil su contextualización. ¿Cómo dar respuestas confiables para su validez en la evaluación?, si cada vez se muestra la incapacidad para interpretar las causas y consecuencias que supone la educación del futuro. En este contexto la evaluación estratégica debe mirar antes el diseño del currículum, desaprendiendo viejas prácticas para visualizar con esperanza una evaluación hacia la comprensión más humana, más global, más compleja.
La profundización del estudio fragmentado ha perdido el norte generando errores, ilusiones y ceguera. Este extravío es lo que se vive en las escuelas y universidades, confundiendo al aprendiz, desperdiciando la inteligencia global, autónoma. Las competencias básicas para la vida como el desarrollo de la inteligencia, enseñar a pensar y el proceso de valores actitudes, enseñar a sentir no son temas al momento de evaluar. Menos en un contexto complejo, global. Nuevamente el desafío es valorar más que evaluar el desarrollo de esos pasos de cómo y qué aprende el que aprende, y cómo y qué enseña el que está a cargo de la educación del futuro.
El desafío obtiene respuestas desde una mirada distinta, compleja, provocadora de múltiples tejidos que evitan la ceguera, el error y la ilusión.
Se trata de comprender un pensamiento que separa y que reduce mediante una forma de pensamiento que distingue y reúne. No se trata de abandonar el conocimiento de las partes por el conocimiento de las totalidades, ni el análisis por la síntesis, se trata de conjugarlos. Existen los retos de la complejidad a los cuales nos confronta ineluctablemente.
En consecuencia, el paradigma de la complejidad se convierte en una práctica esperanzadora en reuniones del profesorado, y para la toma de decisiones generales de cualquier organización que aprende y educa.
Al decir de Morín (2008), paradigma son las relaciones lógicas entre algunos contextos fundamentales que son maestros, que son guías de los pensamientos y teorías. He ahí la práctica que debe suponer el día a día si de educar la inteligencia cognitiva, actitudinal y espiritual se trata.

Referencias
Grounlund, N. (1976). Measurement and Evaluation in Teaching. Third Edition New
   York:  Macmillan Publishing Co., Inc.
Morín, E. (2004). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro
   Editorial Paidós, Barcelona.
Morín, E. (2008). Pensando la complejidad. Consejo editorial Solongo y otros, Cuba.
Román, M. (2001).  Diseños curriculares de aula. Ediciones Novedades Educativas,
   Buenos Aires.
Senge, P. (2004). La quinta disciplina: escuelas que aprenden. Grupo Editorial
   Norma, Bogotá, Colombia.

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