Evaluación:
Reflexión desde la complejidad
Jorge
Luis Guzmán Cao
Instituto Pedagógico
“Alberto Escobar Lara” Maracay
Universidad Pedagógica
Experimental Libertador
Resumen
En el
contexto educativo actual, pensar en
evaluación y complejidad invoca la responsabilidad que debe tener el evaluador
de acuerdo a principios desarrollados con profesionalismo y juicios de calidad.
Desde este contexto mi reflexión se centra en el tejido común que debe regir la
contextualización de valorar más que evaluar el acto de alguien que enseña y
otro que aprende como un lazo reciproco desde la complejidad.
Palabras clave: Evaluación, aprendizaje,
docente, complejidad.
En la antigüedad los griegos y los
romanos elaboraron métodos para evaluar, diferenciar y seleccionar a sus
estudiantes. En la edad media se introduce el examen oral. En el siglo XVIII al aumentar la demanda por los estudios
se introducen los exámenes escritos como forma de medición. En la siguiente
época, influenciada por el Positivismo y
la sociedad industrial se evaluara a través de exámenes psicométricos cuyo
efecto es medir si el estudiante logra los objetivos en forma científica. Ya en
los años sesenta se establecen los mecanismos de acreditación en el sistema
convirtiendo la evaluación en una fuerte carga de rendición de cuentas que
deben realizar los dicentes.
En la siguiente década se consolidan toda clase de modelos educativos,
acercándose a mejorar la calidad de la evaluación donde se descartan los
tecnicismos de la época anterior y en donde la evaluación es un constructo de:
técnica, análisis y comandado por un Juez. Se invoca a la responsabilidad que
debe tener el evaluador basado en principios profesionales y juicios de calidad.
Se pregunta ¿Qué es la evaluación? y se plantea un modelo evaluativo el cual está
basado en la atención del estudiante, no en las metas. Estos principios rectores no bastan para dar una
respuesta a una práctica donde el estudiante es medido según unos resultados
estandarizados y donde la evaluación es realizada como un acto represivo, que
ejerce sobre el estudiante altas dosis de ansiedad y nerviosismo.
Desde este contexto la reflexión
debe centrarse en el tejido común, que debe regir, la contextualización de dar valor más que
evaluar el acto de alguien que enseña y otro que aprende como una interacción
reciproca desde la Complejidad. ¿Cómo
medir el aprendizaje? ¿Cuales deben ser los aprendizajes mínimos que debe tener
un egresado Universitario para tener un desempeño aceptable en la sociedad
actual? ¿Quiénes deben temer ese privilegio? ¿Es mesurable, valorable? ¿Cuáles
deben ser las fuerzas directrices en las cuales la mayoría de los estudiantes
logre aprendizajes? ¿Quiénes tienen la responsabilidad?
Cuando se trata de plantear un paradigma que ayude al proceso de
enseñanza aprendizaje, todos somos protagonistas, midiendo paso a paso de cómo
es el aprendizaje del que aprende. Los ámbitos involucrados: político,
económico, sociológico, afectivo, mas las distintas disciplinas de enseñanza
deben colaborar a fin de generar una metodología autónoma que permita al que
aprende descubrir nuevas formas de aprender. De eso se trata.
Como medir el valor de aprender. Llama la atención que la educación que
aspira a transmitir conocimiento, permanezca
ciega ante el conocimiento mismo, sus dispositivos, dificultades,
imperfecciones y tendencias y no se preocupe en dar a conocer lo que el
conocimiento es. Sin duda ante esta perspectiva
surgen las primeras interrogantes. ¿Qué se enseña?, ¿Qué se mide? Cuando no hay
conexión entre los diferentes tópicos del conocimiento con la vida real, se consigue
como efecto errores en la práctica que mide ese conocimiento y no la
integración del saber, medir con pruebas
no siempre confiables y validas, esos mismos tópicos enseñados sin
sentido y que deben aprender las futuras generaciones.
Entonces ¿por qué evaluamos? ¿Para determinar si se han logrado los objetivos? ¿Para
determinar cuan efectivo ha sido el proceso de enseñanza y la metodología
empleada? ¿Para conocer cuales estrategias de enseñanza ha sido exitosas? ¿Que
estrategias de enseñanza aprendizaje necesitan ser modificadas o mejoradas?
¿Para saber si se han logrado los objetivos del aprendizaje? ¿Para determinar
que conocimiento y habilidades que han adquirido los estudiantes? ¿Para
determinar si los estudiantes han utilizado bien sus conocimientos y
habilidades? ¿Para diagnosticar el nivel
de comprensión que tienen los estudiantes de un tema determinado y el nivel
de desarrollo de habilidades que han
alcanzado antes de darles más
instrucción?¿Es la función principal de la evaluación la de mejorar la
instrucción y el aprendizaje además de valorar el dominio de los contenidos? ¿Debemos los docentes
estar permanentemente recopilando, analizando, interpretando datos que nos
permitan conocer la medida en la que nuestros estudiantes estén logrando los
objetivos de la instrucción?.
Se hace necesario diseñar una nueva evaluación global basada en la complejidad para dar una posible
respuesta a estas interrogantes planteadas. ¿Como debería ser esta evaluación?
Estos interrogantes nos conducen a una reflexión sobre estos aspectos que
pasamos a plantear a continuación.
Habría que diseñar los proyectos colectivos y desafiantes en
donde los estudiantes den respuesta a la era actual y futura que les toque
vivir. Las disciplinas en forma mancomunada guiarán esa búsqueda, reflexión y
constantes desafíos para la era planetaria que vivirán. Articulando relaciones,
organizando conocimientos, y con ello conocer y reconocer los problemas del
mundo. Desde ahí, más que programar habría que reformar el pensamiento dentro
de la red curricular que se diseña.
El
conocimiento de las informaciones o datos aislados es insuficiente. Hay que
situar la información y datos en su contexto para que adquieran sentido.
Para tener sentido la evaluación, habría que observar los desempeños
individuales y colectivos en pos de la elaboración de respuestas aplicadas a
través de las reflexiones, metodologías y conocimientos utilizados como un
todo, y no las partes fragmentadas, aisladas, vacías de sentido. Como plantea
Claude Bastien citado por Morín: la evolución cognitiva no se dirige hacia la elaboración de
conocimientos cada vez más abstractos, sino al contrario, hacia su
contextualización. Desde esta mirada adquiere sentido que la
evaluación estratégica esté determinada por las condiciones de su inserción y
los límites de su validez.
Lo global en la evaluación es más que el contexto: es el conjunto que
contiene partes diversas ligadas de manera interretroactiva u organizacional.
Habría que recomponer el todo organizado y a la vez desorganizador del que
forma parte un estudiante, y su docente. Habría que conocer el todo en la
evaluación para desde ahí dirigirnos a las partes de lo verdaderamente
estratégico. El desafío al reflexionar sobre la globalidad es mirar la realidad
del que aprende en su total humanidad al modo de un holograma. Reflexionar la
evaluación en tres dimensiones, apareciendo en sus límites, hacia afuera, a
dentro de sus marcos, variando la perspectiva según sea la posición de los
espectadores, convirtiéndose en una irresistible participación continua,
global, integradora para cada actor del proceso que significa aprender.
El gran desafío es evaluar el conocimiento pertinente,
dimensional, múltiple e insertar los datos en esta variable. Valorando las
decisiones en un ámbito de enseñanza en los que aprenden y enseñan. Las
fragmentaciones solo nos otorgan datos que difícilmente serán recordados, y
peor aún, sin ningún sentido.
En el currículo deberían estar integradas las partes y el
todo, el contexto y los fragmentos interrelacionados entre conocimiento y su
tejido común, yendo desde este concepto global al todo que es verificar desde
la validez y confiabilidad sus pasos o proceso. En consecuencia, la educación debe promover
una –inteligencia general– capaz de referirse, de manera multidimensional, a lo
complejo, al contexto dentro de una concepción global.
Cuanto
más poderosa sea la inteligencia general, mayor será su facultad para abordar
problemas específicos. En las metodologías del currículum esto es
lo que debemos enseñar a los estudiantes, educar a ver el todo global, complejo
en su contexto, para desde ahí llegar a lo reducido. Comprender datos
específicos requiere activar la inteligencia general que actúa y organiza la
movilización de conocimientos de conjunto en cada caso particular.
La educación debe desarrollar la inteligencia de los aprendices bajo este
paradigma, enseñando a resolver los problemas esenciales activando la
inteligencia en general.
Los compartimentos estancos de las disciplinas han debilitado
el pensamiento global y complejo. Cada una ahonda en sus especialidades,
perdiendo la responsabilidad global y compleja. El mismo efecto se correlaciona
en la evaluación, ¿qué se mide? Los fragmentos de realidades especializadas:
¿Para qué?
La
cultura general incita a la búsqueda de la contextualización de cualquier
información o de cualquier idea, la cultura científica y técnica disciplinaria
parcela, separa y compartimenta los saberes, haciendo cada vez más difícil su
contextualización. ¿Cómo dar respuestas confiables para su validez
en la evaluación?, si cada vez se muestra la incapacidad para interpretar las
causas y consecuencias que supone la educación del futuro. En este contexto la
evaluación estratégica debe mirar antes el diseño del currículum,
desaprendiendo viejas prácticas para visualizar con esperanza una evaluación
hacia la comprensión más humana, más global, más compleja.
La profundización del estudio fragmentado ha perdido el norte
generando errores, ilusiones y ceguera. Este extravío es lo que se vive en las
escuelas y universidades, confundiendo al aprendiz, desperdiciando la
inteligencia global, autónoma. Las competencias básicas para la vida como el
desarrollo de la inteligencia, enseñar a pensar y el proceso de valores
actitudes, enseñar
a sentir no son temas al momento de evaluar. Menos en un contexto
complejo, global. Nuevamente el desafío es valorar más que evaluar el
desarrollo de esos pasos de cómo y qué aprende el que aprende, y cómo y qué enseña el que
está a cargo de la educación del futuro.
El desafío obtiene respuestas desde una mirada distinta,
compleja, provocadora de múltiples tejidos que evitan la ceguera, el error y la
ilusión.
Se
trata de comprender un pensamiento que separa y que reduce mediante una forma
de pensamiento que distingue y reúne. No se trata de abandonar el conocimiento
de las partes por el conocimiento de las totalidades, ni el análisis por la
síntesis, se trata de conjugarlos. Existen los retos de la complejidad a los
cuales nos confronta ineluctablemente.
En consecuencia, el paradigma de la complejidad se convierte
en una práctica esperanzadora en reuniones del profesorado, y para la toma de
decisiones generales de cualquier organización que aprende y educa.
Al decir de Morín (2008), paradigma son las relaciones lógicas
entre algunos contextos fundamentales que son maestros, que son guías de los
pensamientos y teorías. He ahí la práctica que debe suponer el día
a día si de educar la inteligencia cognitiva, actitudinal y espiritual se
trata.
Referencias
Grounlund, N. (1976). Measurement
and Evaluation in Teaching. Third Edition New
York: Macmillan Publishing Co., Inc.
Morín,
E. (2004). Los siete saberes
necesarios para la educación del futuro
Editorial Paidós, Barcelona.
Morín,
E. (2008). Pensando la
complejidad. Consejo editorial Solongo y otros, Cuba.
Román,
M. (2001). Diseños curriculares de aula. Ediciones
Novedades Educativas,
Buenos Aires.
Senge,
P. (2004). La quinta disciplina: escuelas que aprenden.
Grupo Editorial
Norma, Bogotá, Colombia.
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